sábado, 10 de junio de 2017

Rasgos realistas presentes en Moby Dick de Herman Melville

Las estrategias y recursos utilizados por Herman Melville se pueden apreciar, por ejemplo, en el capítulo XXIV donde se exponen temas mediante un tratamiento serio. En este caso, se representa a los cazadores de ballenas de manera fiel y con la seriedad necesaria para exponer no sólo aspectos externos, sino que también internos. Se alude al aspecto honorífico de los balleneros, pues no son meros matarifes como dice el narrador, sino que responsables de muchos beneficios y avances para la sociedad como lo es el combustible de los candelabros, lámparas; el hecho de ser responsables de la emancipación de Perú, Chile y Bolivia de la corona española (176), entre otros. Se presenta al ballenero de una manera digna, “más poética”, ya que se exponen los grandes sacrificios que éstos deben soportar: “Pero si, a la vista de todo esto, seguís declarando que la pesca de la ballena no tiene conexión con recuerdos estéticamente nobles, entonces estoy dispuesto a romper cincuenta lanzas con vosotros, y a descabalgaros a cada vez con el yelmo partido” (176). Cuando el narrador dice: “mirad que somos y hemos sido los balleneros” apunta no sólo a su desempeño ballenero, sino que a un sentimiento de correspondencia con una clase social en la que él se identifica y se enorgullece. Esto último, en conjunto a lo extenso del discurso identitario responde a la gran característica del realismo que Meville abordará a lo largo de la obra.
El hecho de que en la novela ficcional se relacione con lugares como Nantucket, además de nombrar países y procesos históricos reales se entiende como anclaje histórico, pues la novela aspira a ser una crónica de su tiempo. Asimismo, pretende a provocar en el lector el efecto real de que hay rumores sobre Moby Dick en base a datos alusiones referentes como por ejemplo la Historia Natural de Cuvier o sobre “la sed de sangre” de la que habla Povelson, ya que son una forma de justificar su relato, pues hay “notables documentos que pueden ser consultados” (266). La terrible fama del cachalote, por lo tanto, no es arbitraria: “De modo que aquí, en la real experiencia vivida de hombres vivos, narraciones fabulosas como los prodigios relatados antiguamente sobre la sierra de la Estrella en Portugal, tierra adentro […] y aún más prodigiosa historia de la fuente Aretusa, […] quedaban plenamente alcanzadas por las realidades del ballenero” (267).

Adicionalmente, uno de los recursos para esta representación fidedigna recae en mostrar en forma minuciosa los hábitos y costumbres de los personajes. En el caso del capítulo XLI, se hace una descripción muy clara en la psicología del personaje Ahab: “En su corazón, Ahab entreveía algo de esto, a saber <Todos mis medios son cuerdos; mi motivo y mi objetivo es demente>. Pero sin tener poder para matar, o cambiar, o esquivar el hecho, sabía igualmente que para la humanidad había fingido largo tiempo, y en cierto modo, seguía haciéndolo” (271). De esta forma, se incluyen múltiples microhistorias -como en este caso, el deseo de venganza del capitán- dentro de una macrohistoria narrada; se presenta también una atmósfera marina en donde la locura, los sentimientos de terror natural, la demencia, etc. Se relacionan y envuelven a los personajes haciéndolos participes y productos tanto de su ambiente como de su historia. Cuando Ismael dice: “gritaba más fuerte a causa del terror que había en mi alma. Había un mí un loco sentimiento místico de compenetración” (263) no apunta a otra cosa sino a esto último, pues la estrategia realista desemboca en que el hombre es expresión de su circunstancia real. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario