
El
narrador describe la casa que, además de ser excesivamente antigua transmitía
una sensación de tristeza. Sus ventanas se podían asimilar a ojos vacíos, los
árboles están marchitos, los juncos eran siniestros, excesivamente antigua. Había
algunos detalles que podrían anunciar su caída: “aparte de este indicio de la
ruina general la fábrica deba pocas señales de inestabilidad. Quizá el ojo de
un observador minucioso hubiera podido descubrir una fisura apenas perceptible
que, extendiéndose desde el tejado del edificio, en el frente, se abría camino
pared abajo, en zig-zag, hasta perderse en las sombrías aguas del estanque”
(172).
La
enfermedad de Lady Madeline era la catalepsia “Una apatía permanente, un
agotamiento gradual de su persona y frecuentes aunque transitorios accesos de
carácter parcialmente cataléptico eran el diagnostico insólito” (175). Su
hermano dice que ella es tiernamente querida, una víctima de una cruel
enfermedad que pronto la llevará a su tumba.
Roderick,
por su parte, también padece de enfermedades y malestares del alma y por lo
mismo llama e invita a su amigo a la casa. Tiene una tez cadavérica, habla
ronco, y, sin más ni menos, es un hipocondriaco, le aterra el futuro. No queda
claro en el cuento si Roderick amortaja a su hermana a propósito o si realmente
(e inocentemente) creyó que estaba muerta. Lo que sí es cierto es que, luego de
haberla dejado encerrado en la cripta con la ayuda del narrador, su locura se
intensifica a mediado de que van escuchado los ruidos. Dice el narrador: “Y
entonces, transcurridos algunos días de amarga pena, sobrevino un cambio
visible en las características del desorden mental de mi amigo” (178).
No
es coincidencia que en el cuento existan múltiples atisbos que anuncien lo que
pasará, pareciera ser que todo desemboca en la caída de la casa. Por ejemplo,
la rapsodia, que, según el narrador, era una muestra acabada de la conciencia
de Usher, la cual, utilizando un lenguaje retórico indica que la casa caerá y
por supuesto, junto a él y a su hermana. Esta trata de un pasado glorioso, que
puede interpretarse con directa relación a la distinguida y venerada familia
Usher, pero que de un momento a otro comenzó a debilitarse pues “criaturas
malignas invadieron, vestidas de tristeza, aquel dominio” (176), criaturas o
energías que según Roderick tenían influencia de lo material de la casa al
espíritu de sus habitantes. Esta información toma sentido cuando el narrador
confiesa: “iba advirtiendo con amargura la futileza de todo intento de alegrar
un espíritu cuya oscuridad como una casualidad positiva, inherente, se
derramaba sobre todos los objetos del universo, físico y moral, en una
incesante irradiación de tinieblas” (175), es decir el ambiente, la atmósfera
se encuentran como elementos intensificadores en el temple enfermizo de los
hermanos, concluyendo tanto en el derrumbamiento de lo material, que es el
aspecto físico y la forma, en conjunto con la sustancia, que es el espíritu de
los últimos de la raza Usher.
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