sábado, 10 de junio de 2017

Deseo, insatisfacción y trascendencia presentes en Caín de Lord Byron y en El Mortal Inmortal de Mary Shelley

En estos relatos se encuentran un sinfín de guiños a la insatisfacción de los protagonistas, uno de ellos, en el caso de Caín, radica en la sed por el conocimiento y por otro lado en El Mortal Inmortal, son a causa del amor no correspondido. Lo común entre ambos casos es que, para lograr satisfacer tales anhelos, el tema de “lo inmortal” tendrá un rol y un efecto importantísimo para Caín y Winzy, mortales quienes, tarde o temprano, deberán enfrentarse a la tal enigmática y desconocida concepción de muerte.  
Para Caín, heredero de la desgracia del pecado cometido por sus padres, Adán y Eva, le resulta vital el acceso a la razón y la ciencia pues de otro modo no logra nada sino mantenerse en la sentencia ingrata de haber sido privado del Edén, sentencia que muy bien se han dedicado mantener sus resignados familiares. Caín dice: “No es con la tierra, aunque labrarla debo, con quien en guerra estoy; […] es no poder millares de mis ilimitados pensamientos con la ciencia saciar; ver que no logro hallar alivios a mis mil temores de muerte y vida” (815). En el caso de Winzy, su insatisfacción no es por la maldición de nacer como se estila en el Caín, sino que va a tener directa relación con el actuar de Bertha, quien desdeñosa, termina rechazando a su enamorado en cuestión dejándolo en total desconsuelo.
Ambos personajes acuden a particulares medios para satisfacer sus deseos, En Caín, lo es Lucifer, señor de los espíritus quien con gusto ayudará al protagonista a tener acceso de la razón y librarlo de su hastío impuesto por un dios egoísta, por lo que le propone un viaje a otros mundos con el propósito de dar cuenta del miserable mundo en donde los situó dicho dios. Terminado este viaje, Caín dice: “He contemplado inmemoriales obras de interminables seres; recorrido los extinguidos mundos; contemplando la eternidad, pensé que ella me había prestado un poco más por unas cuantas gotas de las edades que contiene su inmensidad; mas ya de nuevo siento sólo mi pequeñez” (832). Ahora bien, en El mortal inmortal, el medio para la búsqueda de lo trascendental es la pócima del alquimista Cornelius. Winzy invadido por su despecho, decide tomar “la cura para el amor” sin saber que se trataba de un elixir para la inmortalidad. Al principio Winzy se mostraba incrédulo y se justificaba a sí mismo diciendo que, al haber tomado la mitad de la bebida quizás no era inmortal, sino que “más longevo”. Poco se demoró en dudar en aquello: “Mi frente estaba libre de arrugas, tan lozana como en mi vigésimo cumpleaños. Me sentía turbado. Miraba la marchita belleza de Bertha. Yo parecía su hijo” (6).

Tan pronto en que los protagonistas de estas obras logran de alguna manera alcanzar lo inalcanzable por medios sobrehumanos, tienen una concepción acerca de la muerta más cercana a las nociones de paz, misterio y oscuridad, pero por sobre todo por expedición y una oportunidad. Por ejemplo, para Caín, al haber tenido la posibilidad de ir al mundo de la muerte junto a Lucifer, concluye que esta no es más que un estado al cual no hay que temerle (827). Para Winzy resulta ser una alternativa para probarse a sí mismo respecto a su inmortalidad (9). 

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